Carta a Tom Brady de un fan del football
Por Rodrigo Quintanar.
Nota del Editor: Esta es una colaboración de nuestra sección Practice Squad, donde nuestros lectores aportan sus puntos de vista sobre lo que pasa en la NFL.
La escena es la misma, papeles de colores cayendo sobre los jugadores, una estructura con el logo de la NFL dentro del campo y Roger Goodell entregando el trofeo más importante de este deporte. Para personas lejanas, como nosotros, significa el cierre de otra temporada más, la proclamación de un equipo como “El Mejor” y, quizá, el nacimiento de la historia que recordaremos esporádicamente.
Mientras los papeles caían y yo veía a Belichick decirle a todo el equipo lo orgulloso que estaba de ellos, un sentimiento triste inundó mi mente. ¿Por qué no podemos quedarnos en estos momentos? ¿Por qué el tiempo jamás se detiene? Frente a nosotros nacía el primer quarterback en ganar cinco Super Bowls y el primer coach en ganar siete (dos como asistente) y, sin embargo, menos de doce horas después, este último ya hablaba de lo atrasado que estaba su equipo en la preparación de la temporada 2017.
¿Acaso es que, como seres humanos, estamos destinados a siempre vivir en el futuro y por consecuencia, a nunca vivir?
Con mi mente frustrada, sintiendo que no había nada que hacer al respecto y que este gran momento en unas horas desaparecería como cualquier otro, un escena fue capaz de detener el tiempo, de hacerlo más lento: las lágrimas de Tom Brady, aunque considerablemente lejanas a mí en cualquier aspecto, me regresaron la esperanza. En su vulnerabilidad, nunca antes vista, volví a creer que existe una forma de guardar estos momentos para siempre.
Aunque posiblemente jamás vayas a leer esto, por haberme dado ese momento, te agradezco, Tom Brady.
Te agradezco porque hace 22 años, cuando tuviste tu primera oportunidad de ser titular en Junipero Sierra High School llevaste a tu equipo a la final estatal. Abajo en el marcador por seis puntos en el último cuarto, orquestaste una serie ofensiva casi perfecta que terminó en la yarda 20 cuando de que los aspersores de agua se prendieron, provocando un fumble letal. No solamente respondiste con estrechar la mano de tu contrincante, sino decidiste pintar cuadros en tu garaje para mejorar tu juego de pies e instituiste las juntas obligatorias en sábado con tus receptores en las cuales, mientras tu madre hacia sándwiches, repasabas todas las jugadas. Gracias por enseñarme que lo que más se aprende de una derrota es que aún no se ha puesto el trabajo necesario para ganar.
Te agradezco porque esperaste tres años en la banca en la Universidad de Michigan y, justo cuando parecía que tendrías tu oportunidad, tus coaches decidieron becar al mejor prospecto del país, Drew Henson, para que tomara tu lugar. En vez de buscar transferirte a otra universidad, quejarte con el staff, o convertirte en una distracción para tu equipo, volviste a estrechar la mano de tu “contrincante” y le llamaste, a partir de ese momento, “la motivación más grande que has tenido”. Gracias por enseñarme que, si realmente queremos hacer algo grande en nuestras vidas, tenemos que sustituir la palabra adversidad por oportunidad.
Te agradezco porque esperaste que seleccionaran a 199 jugadores antes de ti en el Draft de 2000. Cuando finalmente recibiste la llamada, tu mensaje al dueño de los Patriots fue directo: “es la mejor decisión que esta franquicia ha tomado”. Lo que en ese momento fueron palabras arrogantes e incrédulas, hoy son la prueba más grande de los que siempre ha vivido en tu cabeza. Nada es imposible para ti. Gracias por enseñarnos que no es la falta de talento o capacidades las que nos detienen en nuestros sueños, sino la incapacidad de entregar nuestra mente y vida hacia ellos.
Te agradezco porque la única persona que sabía que estabas listo cuando Mo Lewis le separó el hombro a Drew Bledose, eras tú. Lo sabías porque llevabas trabajando más de 12 años, porque nunca te viste en una práctica como el suplente y porque asistías a cada una de las juntas con la actitud de líder y jefe de tu equipo. Gracias por enseñarnos que la palabra suerte pierde por completo su definición en la mente de la gente exitosa, pues entienden que el destino es solamente el encuentro entre una máxima preparación y una mínima oportunidad.
Te agradezco porque a tus 39 años de edad, en la liga más avanzada del mundo, has decidido incansablemente buscar formas alternas de cómo desarrollar tu cuerpo. En la industria que se jacta de ser perfecta en el desarrollo de atletas, decidiste, motivado por tus lesiones a temprana edad, desafiarla y probar métodos que fueron motivo de burla por mucho tiempo. Gracias por enseñarme que en la meditación, el yoga, el uso de bandas en vez de pesas, el trabajo en el mar y con la nieve de aguacate como único postre, representas que el ser mejor no tiene línea final y que el deseo de superarte es una forma de vida.
Te agradezco porque estabas a menos de dos minutos de perder el Super Bowl y seguías lanzando pases de dos yardas a James White. No solamente ejemplificaste perfectamente lo que la teoría estratégica del football indica, además provocaste que tu calma y templanza resonaran en un estadio. Increíble que lo has hecho en los últimos tres Super Bowls. Dos días antes, cuando Terry Bradshaw te preguntó lo que significa ser líder, tu respuesta fue: “no se trata de lo que yo haga, se trata de lo que proyecto, cuando hablas en el huddle puedes proyectar miedo, desesperación o confianza”. Gracias por enseñarme lo trascendental que es que nuestras palabras concuerden con nuestros actos en todo momento y que no somos nadie sin la ayuda de los demás.
Te agradezco finalmente por haber dejado salir esas lágrimas, pues sin saberlo, me acercaste a ese momento y lo hiciste un poco más real. Al final, en tu llanto me enseñaste que eres un ser humano como todos nosotros, con limitantes. En tu mirada hacia tu madre enferma de cáncer, me enseñaste que sigues teniendo adversidades como yo, las cuales, claro, sigues usando como tus más grandes motivaciones.
Gracias, de corazón, porque a través de un hermoso deporte que pierde importancia en la cotidianidad y rutina de nuestras vidas, me enseñaste que hay una guía clara para lograr nuestros sueños. Para aquellos que están dispuestos a sacrificar todo por seguirla, el tiempo se detiene por un momento, un momento que se queda para siempre.